miércoles, 12 de septiembre de 2012

Bilbao



                                                                                          Foto: Daniel García


Este verano he vuelto a Bilbao. Una experiencia breve, nueve días, e inolvidable. Un cúmulo de sensaciones que aún perduran y que saboreo con tranquilidad. El Bilbao del pasado, de colores borrosos y al que siempre volvía en tardes lluviosas, ya no lo echo de menos. Ya no pienso en un Bilbao de recuerdos y ficciones, de ilusiones discontinuas y mal fechadas. Ya no pienso en la ciudad por la que deambulaba antaño con impaciencia, esperanza y melancolía.

Este viaje no sabía cómo iba a vivirlo hasta que empecé a hacerlo. Simplemente, estuve ahí y experimenté lo que estaba pasando y cuando haces éso empiezas de cero y cualquier cosa que suceda es un regalo. He caminado por las calles con una mirada diferente. He salido cada mañana a buscar la ciudad, no he dejado que decida por mí, aunque han surgido cosas por sí mismas, sin avisar: maravillosas citas gastronómicas, cielos despejados, encuentros con viejas amistades...

Bilbao ha cambiado, se ha transformado en algo que ahora tengo que empezar a re-conocer. Las excavadoras y las gruas sin duda han estado muy ocupadas. Algunas zonas no tienen el mismo rostro, otras parecen estar creándose desde cero. He visto un cielo firmado por arquitectos de renombre internacional. Y aunque a veces me invada cierto temor de ver a Bilbao transformarse en una ciudad genérica, siento que hay que darle tiempo para poder decir si Bilbao sigue siendo Bilbao a pesar del cambio. Espero que no se convierta en un espectáculo en el cual todos se presentan pomposos en cuanto advierten que están bajo los focos.

He vivido nueve días "crecida", como una persona muy tímida sobre un escenario, llena de energía, con una escolta inmejorable. Me he aventurado por una ciudad nueva, sin sentir los efectos de esa enfermedad romántica que nos hace desear la luna como si en realidad se pudiera conseguir. Ahora la luna está hecha con el agua gelificada de una ostra, tiene el color de la carne de un rodaballo y de la sombra de un vino.

Y me he dado cuenta de que estar con aquellos que me gustan es suficiente, quedarme en compañia de algunos por la noche es suficiente. No pido más deleite: nado en él, como en el mar.

Eskerrik asko Bilbao.

7 comentarios:

  1. Ya estabas tardando...Que viva, que viva, que viva Bilbao, que viva Bilbao y su buen bacalao

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  2. yo también cada vez pido menos lunas y más ostras, rodaballos y vino. Será la edad.

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  3. Todo cambio para bien es buen. En bilbao coexisten tradición y modernidad en perfecta armonia.Ojalá que las baldosas que hoy pisamos vean materializadas muchas ilusiones depositadas sobre ellas.

    PD.Bilbao es una ciudad muy tranquila, no es preciso escolta para sentirse segura.

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