Hace ya 18 años que vivo en Nueva York y pensaréis que lo tengo todo controlado, verdad? Pues no. Hay cosas, como pedir un simple café, que siguen dejándome de una pieza. Esto me sucedió en un establecimiento en Manhattan recientemente.
-Un café con leche, por favor.
-De qué clase?
-Caliente y en taza.
-Ya, pero de qué tipo? moka, macchiato, espresso…?
-Lo que sea más normal.
-Quiere usted un café americano?
-Si así se llama un café normal, sí.
-De qué tamaño lo quiere?
-Del tamaño normal de un café normal.
-Tenemos “alto”,“grande”, “venti”…
-Lo más pequeño que tenga, por favor.
-Alto entonces?
-No, no quiero nada ni alto, ni grande, quiero algo pequeño.
-La nata montada normal o baja en calorías?
-No quiero nata montada.
-Es que el café americano viene con nata montada.
-Me puede hacer un café americano y no echarle nata?
-Sí claro, le dejo sitio para leche?
Y así siguió la cosa. Aguanté estoicamente de pie mientras me preparaban aquel café.
-Va a pagar en efectivo o con tarjeta?
-En efectivo, cuánto es?
-Es usted miembro de nuestro club?
-No, no creo.
-Si se saca una tarjeta del club hoy se le hará una rebaja del 15% y como agradecimiento entrará gratís en un sorteo de un juego de cuchillos.
-No gracias. Aqui tiene.
-No, le tiene que dar este papel a aquella señorita y ella le cobrará.
- Y mi café?
-El café se lo entregarán despues de pagar. Siguiente, por favor…
Ayer estuve asesorando a una chica por teléfono porque tiene un hijo de 10 años con el Síndrome de Asperger. Le hizo mucha ilusión hablar con un Asperger adulto.
ResponderEliminarEn cuanto a lo del café, es lo malo de la sociedad de consumo. El café normal, de toda la vida, al que sólo se le exige que no te destroce el estómago y el paladar, ya no existe.
Café café el del Bar Baskonia!
ResponderEliminarEl del Apolo
ResponderEliminarQue maravilla entrar al Bizitza y que me sirvan exactamente el cortado que quiero sin tener ni que abrir la boca!
ResponderEliminarYo prefiero el de Nueva York, con su juego de cuchillos...
ResponderEliminarNada como un café tras el sexo vespertino. La espuma resbalando por tu ombligo en Montevideo. Y de postre, una poesía y otro café.
ResponderEliminarLa camarera era gallega sin duda
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