lunes, 4 de junio de 2012

O'Keeffe




La manos, los ojos, los zapatos. Esas son las tres cosas en las que primero me fijo. No mienten. A Georgia O'Keeffe no se le ven los zapatos, ni falta que hace. Con esa mirada y esas manos puede pasearse descalza por mi imaginación. Yo nunca he visto la inmensidad de los cielos del oeste americano, no conozco el desierto de Santa Fé, pero puedo imaginármelos al ver esas flores invadiendo el lienzo que tanto le gustaba pintar a esta mujer. Hablaba con color como otros han hablado con palabras, con luz o con la falta de ella, con música.

El Museo Metropolitano, MOMA y el Museo Whitney en Nueva York tienen ejemplos maravillosos para entender el espíritu de O'Keeffe y su pasión por el medio natural en el que vivió.

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