martes, 29 de marzo de 2011
Woody, Nueva York y el jazz
Este blog no ha hecho más que empezar. Y necesito rodaje. Mientras practico en la intimidad os dejo con un texto sobre Nueva York y las películas de Woody Allen, donde tampoco falta otra de mis pasiones, el jazz. Lo he sacado de un blog que me gusta...
"Él era tan duro y romántico como la ciudad que amaba. Tras sus gafas de montura negra se agazapaba el vibrante poder sexual de un jaguar. Nueva York era su ciudad y siempre lo sería". (Manhattan)
"Tengo que reconocer que no hubiese disfrutado de Nueva York si no hubiera sido por Woody Allen, y es que gracias a sus películas pasear por la ciudad se transformó en algo único, mágico, con la sensación de que el jazz provenía de cualquier esquina cuando en realidad estaba en mi mente.
Porque sin él hubiera sido imposible pasear por Brooklyn e ir imaginando que en cada ventana de las hermosas casitas adosadas de ladrillo rojo estaba esa familia judía de 'Dias de radio' cuyas vidas giraban alrededor de un aparato de radio, y todas sus alegrías y desgracias iban al compás de esas historias. Incluso inevitable era ver a los niños jugar en la calle y pensar que quizás estuviesen emulando al vengador enmascarado. O inevitable era no imaginar que quizás uno de ellos podría perfectamente haber dicho De pequeño quise tener un perro, pero mis padres eran pobres y sólo pudieron comprarme una hormiga.
Y es que Brooklyn no sería lo mismo sin Woody, incluso cuando pasabas por alguna escuela pública o veías uno de esos autobuses amarillos aparecían en tu mente aquello que Woody decía en Annie Hall: Recuerdo a los profesores de nuestra escuela pública. Teníamos un dicho: Los que no saben enseñan, y los que saben enseñar dan clases de gimnasia. Y, claro está, a los que no sabían nada de nada, venían a enseñar a nuestra escuela.
O hubiese sido imposible pasear por Chinatown sin intentar adivinar en que sinuosa esquina estaba la consulta de ese misterioso médico chino de 'Alice', cuyos medicamentos provocaba que uno pudiera llegarse a conocerse mejor a sí mismo y a los demás volviendonos incluso invisibles. ¿Existirá de verdad ese hombre? me preguntaba. Deambulando por sus calles atestadas de turistas y puestecitos imitando todo lo que en el mundo sea imitable, me hacía preguntas de índole filósofico ¿Puede el hombre conocer el universo?, Dios santo, no perderse en Chinatown ya es bastante difícil.
Pasando por Chelsea me preguntaba cuál de esas personas con las que me cruzaba pudiera ser una Alice encerrada en su mundo de fantasía y lujos, fachada de una realidad mucho más cruel y desgarradora, realidad a la que dificilmente se quiere uno enfrentar, pero que cuando se enfrenta tiene tomar decisiones importantes con total valentía. O en el mismo barrio, vaticinar qué nuevo misterioso asesinato se había producido, pero claro, no un asesinato cualquiera, sino uno que despertara la curiosidad de una vecina cotilla y un marido cuya relación son su psicoanalista sea mayor que con su propia esposa.
Pero claro, no tuve la oportunidad de conocer las entrañas de la Estatua de la Libertad, y por tanto, no puedo decir eso de La última vez que estuve dentro de una mujer fue cuando visité la estatua de la Libertad. Aunque sí que pude disfrutar de unas magníficas vistas desde el ferry que conduce a Staten Island, intentando adivinar qué es lo que hace que tanta gente la adore y a la vez que tanta gente la odie, cosas de mujeres, supongo.
Quizás hubiera sido imposible pasear por el Soho, mientras pensaba que en uno de esos apartamentos cutres, roídos por el paso del tiempo quizás se encontrara ese pobre infeliz amante del jazz cuyo sueños eran de un seductor, pero cuya realidad era completamente diferente.
Cuando contemplé los carteles que anunciaban la ópera 'Madame Butterfly' en Licoln Center, me era imposible no recordar esa escena en la que Woody salía de él con Diana Keaton y le decía eso de Cuando escucho a Wagner me entran unas ganas de invadir Polonia. Sencillamente genial.
Central Park se convertía en el centro de mis conversaciones imaginarias entre Allen y Diane Keaton, filosofando sobre la vida, teorizando sobre el origen de nuestra existencia, vaticinando el futuro, declarando amor eterno, o incluso ironizando sobre otros directores de cine, tan referentes en su carrera, Y si llega a decir algo más sobre Ingmar Berman le salto de puñetazo las lentillas de contacto.
Sea en la estación que sea en que la visites te sientes identificado en 'Todos dicen I love you' donde el otoño, invierno, primavera y verano, predican los eventos por venir en las vidas de los personajes, y así puedes emular a cada uno de ellos en función de la estación en la que la visites.
Pero claro, cuando paseas por Manhattan piensas en esas diez razones por las que merece la pena vivir y entre ellas está claro que es el jazz, bueno en concreto la grabación de Potato Head Blues de Louis Amstrong. Y es que no hay jazz sin Manhattan, y no hay Manhattan sin jazz. Ir a Manhattan y no pararte en un club de jazz a tomarte una Brooklyn lager, sería como si salieras a la calle totalmente desnudo.
Y es que si no hubiese visto las películas de Woody no podría haberme sentado en ese solitario banco de Batterside Park contemplando una vista espectacular del puente de Queensboro mientras repetía aquella maravillosa frase de Me encanta esta ciudad, viviría eternamente en ella".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Pero para ya...
ResponderEliminarNena... relájate que vas muy deprisa
ResponderEliminarVoy a mi ritmo, al de Manhattan
ResponderEliminar