Semana Santa

La Semana Santa en Nueva York es muy diferente a la que yo recuerdo de niña. A muchos neoyorkinos no les incumbe lo de la resurrección de Cristo y celebran esta época del año con cosas más mundanas como conejos, huevos de colorines, chocolate…Pero yo soy mujer de tradición. Quiero recordar con amor y agradecimiento a quien tanto sufrió para que yo pueda vivir libre de pecado y por eso en la madrugada del viernes santo me hago mi propio Via Crucis por Manhattan. Dado el momento de crisis económica y moral que estamos atravesando, será un poco más difícil completar las 14 estaciones, pero se intentará. Este año mi hermana Natalia me acompanará en el sufrimiento de camino al Calvario.

La primera estación del Via Crucis será Chappaqua donde tras 40 minutos en un tren llegaremos a la segunda estación Grand Central. En la tercera estación me redimiré con un cosmopolitano en el Campbell Apartment. La cuarta es una estación breve pero obligada, la esquina de la calle 42 y Lexington Avenue, allí siempre le dedico un minuto a observar en silencio al edificio Chrysler. En la quinta estación empezaré a sentir mi propia cruz, que suele ser unos zapatos demasiado altos para noche tan larga, pero pronto llegará la sexta donde mi Verónica me llenará de animos para continuar el camino. La séptima estación será el bar del Eventi Hotel donde descansaremos con otro trago. Para seguir cumpliendo con la penitencia impuesta nos dirijiremos a la octava estación, el comedor del Bar Basque. Tras despojarnos de algunas de nuestras vestiduras, llegaremosa  la novena estación. A partir de aqui y hasta la onceava, son ya todo caídas hasta  llegar a algún lugar donde nos consuele alguna hija de Jerusalén o hasta de New Jersey si hace falta. En la doceava y ya muertas empezaremos a pensar en  el consuelo de llegar a la treceava estación y por último  llegaremos al final del Via Crucis arrepentidas y con clavo. Espero resucitar.

Por cierto, las Semanas Santas de niña las solía pasar aqui