Una no sabe por qué hay cosas que se retienen, que se posan y viven en el tiempo y un día de repente pasa algo y se vuelve a ellas. Ayer volví a un sábado en Bilbao cuando yo era pequeña. Retrocedí unos pasos hacia el interior de algunos momentos, hacia su centro claro y luminoso. Creo que ha sido la noticia de que Txomin Gómez y David García son los próximos cocineros invitados al Bar Basque en Manhattan. La noticia me ha traído el olor y el sabor a los sábados que bajaba con ama a la pescadería El Vivero y acompañaba a mi abuelo a repartir el pescado a domicilio.
Aunque la mayoría de los porteros nos dejaban entrar por la puerta principal, muchas veces optábamos por la del servicio con aquellos ascensores que te conducían directamente a las cocinas o a los balcones de las casas de aquellas familias bilbainas de bien. Yo les tenía especial cariño a las mujeres de Angel María Villar y de Dani, mi abuelo siempre me contaba la anécdota del puñetazo a Cruyff y yo pensaba “y yo le he limpiado las anchoas que se va a comer.” Siempre te recibían con una sonrisa y una propina. Las chicas de la pastelería Landazabal me daban pasteles. Pero yo recuerdo con especial cariño a la cocinera del Támesis. Sus pintxos los recuerdo en la boca. Me gustaban sobre todo los de merluza. Y por las immediaciones de Estraunza pululaba también un niño pequeño, llamado David, que hoy ha tomado las riendas del restaurante de su familia, el mismo Támesis que tan bien recuerdo. Me parece una de las tareas más difíciles y más dignas, continuar con algo que empezaron tus padres y desarrollarlo manteniendo su esencia. Trabajar con los años vividos, los intuidos y los soñados.
Y de la misma manera que aquellos sábados están escritos en mi memoria, el 19 de noviembre está ya escrito en mi calendario. Seguro que la cocina de Txomin y David se posará en algún lugar y allí se quedará por mucho tiempo. Espero con ganas su llegada.
Os dejo con una música que le gustaría a mi abuelo David
Os dejo con una música que le gustaría a mi abuelo David
a mi también me encantaban esos sábados por la mañana.Preparar la mezcla de agua y polvo blanco para, con un pincel, escribir los precios del pescado en el cristal. Ir a la carnicería de Arakistain. Y saborear el jamón cocido más delicioso del mundo: en una pastelería!
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